El VII Festival Internacional de Cine de la Isla de Hainan (HIIFF), uno de los principales eventos cinematográficos de China, volvió a funcionar como un punto de encuentro entre cineastas chinos e internacionales. En su edición 2025, contó entre los miembros de su jurado internacional con el director y guionista argentino Mariano Llinás, uno de los fundadores del colectivo Pampero Cine. La presencia no fue aislada: el año anterior, su colega Laura Citarella había desempeñado el mismo rol, confirmando el creciente interés del festival por una de las experiencias colectivas más singulares del cine argentino contemporáneo. Además de su participación como jurado, Llinás presentó ante el público chino El tríptico de Mondongo, una serie de tres largometrajes exhibidos en la sección oficial. En diálogo con CGTN Español, el cineasta reflexionó sobre el estado actual del cine, el lugar de los festivales y el sentido de sostener una práctica colectiva a lo largo del tiempo. “Aceptar la invitación - explica - fue casi inevitable. A los 50 años, y pese a una vida marcada por los viajes, nunca había visitado China”. “Me parecía importante conocer uno de los países centrales del mundo, y hacerlo a través de un festival de cine fue la forma más interesante de entrar en contacto”, señala.
“Sin festivales, una parte esencial del cine simplemente desaparecería”.
Para Llinás, el rol de jurado excede la mera evaluación técnica. “Ver películas - afirma - es una experiencia que interpela directamente al propio trabajo creativo. Cada obra, incluso aquellas que generan rechazo obliga a repensar decisiones estéticas y narrativas”. “Hay un punto en el que juzgar una película implica tomar posición sobre qué tipo de cine se considera valioso”, sostiene. Esa toma de posición se vuelve especialmente compleja en un contexto de transformaciones profundas. Comparar una obra prima con una obra de un director experimentado, o una película de bajo presupuesto con otra respaldada por una gran industria, supone decisiones que, según el director argentino, son inevitablemente políticas. “Hoy la palabra ‘cine’ ya no significa lo mismo para todos”, advierte, subrayando la diversidad de prácticas y expectativas que conviven bajo ese término. La conversación se dio, además, en un año simbólico: el 130° aniversario del nacimiento del cine. Frente a la proliferación de nuevas formas audiovisuales, Llinás insistió en la necesidad de sostener una memoria cultural. “El cine fue una de las grandes fuerzas que transformaron nuestra manera de ver el mundo. En ese sentido, necesita hoy una lealtad para el cine”, destaca. Lejos de anunciar su desaparición, el director descree de los pronósticos apocalípticos que acompañan al cine desde sus orígenes. Televisión, video, internet y redes sociales fueron, en distintos momentos, señalados como amenazas definitivas. “El cine siempre fue un arte perseguido, pero también uno que supo sobrevivir”, observa, recurriendo a una metáfora propia: un personaje al que siempre se le pone precio a la cabeza, pero que sigue avanzando.
“Hoy la palabra ‘cine’ ya no significa lo mismo para todos”.
Conocido por realizar películas de duraciones poco convencionales, Llinás relativiza el rechazo que suelen generar esas experiencias. A su entender, las películas largas producen vínculos más intensos y duraderos con el espectador. “Como los viajes largos o ciertas relaciones, dejan marcas que no se borran fácilmente”, según explica. En su mirada sobre el ecosistema cinematográfico, los festivales ocupan un lugar central. Son, para él, espacios de protección y experimentación para películas que difícilmente encontrarían lugar en los circuitos comerciales. “Sin festivales, una parte esencial del cine simplemente desaparecería”, sostiene, destacando su función como laboratorios donde se ensayan formas que luego pueden influir en el cine más visible. Esa diferencia entre cine independiente y cine de gran público atraviesa su propia trayectoria. Llinás combina una práctica colectiva y artesanal en Pampero Cine con trabajos como guionista en proyectos de amplia difusión, entre ellos Argentina, 1985. “La diferencia entre ambos mundos es clara - afirma - tanto en los modos de producción como en el tipo de relación que establecen con el público”. Fundado en 2002, Pampero Cine se ha convertido con el tiempo en un caso de estudio por su persistencia y su lógica de trabajo horizontal. Cuatro cineastas que intercambian roles, toman decisiones colectivas y sostienen una práctica sin respaldo institucional. “No es un modelo frecuente en el cine”, reconoce Llinás, quien lo compara con las bandas de rock formadas por amigos en la juventud: proyectos sostenidos más por el deseo que por las garantías. El trabajo entre amigos, admite, no está exento de conflictos, pero encuentra su equilibrio en el humor, la confianza y la capacidad de seguir adelante. A más de dos décadas de su creación, el colectivo continúa trabajando sin certezas económicas, pero con una convicción inalterable. “Nunca sabemos cómo se va a financiar la próxima película”, dice Llinás. “Lo único seguro es que se va a hacer”. Al final de la entrevista, el director celebra la creciente visibilidad del cine argentino en festivales chinos y destaca la vitalidad de una cinematografía que, pese a sus limitaciones materiales, ha logrado una presencia sostenida en el panorama internacional. “Es un cine que se hizo fuerte a partir de la voluntad”, concluye, antes de enviar un saludo a sus colegas.








